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Carta de la VI Jornada de Agroecología de Bahía 2019 – Teia dos Povos, Brasil
Fortalecidas y guiadas por la ancestralidad negra e indígena, reconociendo y valorizando nuestra diversidad: somos grandes, lo seremos aún más.
Con el permiso de los ancianos,
A los núcleos de base
A los enlaces de la Teia
A las mujeres de la Teia
A la juventud
A los grupos de apoyo
Estamos construyendo una gran lucha negra, indígena y popular. Nos encontramos en el corazón de las Tierras Payayá, en la Cabecera del Río Utinga, este año de 2019, inspirados por el espíritu de lucha y de guerra del gran cacique Sacambasu, para confirmar una gran alianza. Aún no encontramos un nombre propio para lo que estamos haciendo aquí, pero se trata de una gran articulación de pueblos y territorios en lucha.
La Teia dos Povos (Red de los Pueblos) congrega movimientos y organizaciones sociales, pescadoras, marisqueras, ribereños, “povo de fundo e fecho de pasto” (trabajadores de baldíos de haciendas ganaderas), pueblos de candomblé, pequeños agricultores, pueblos sin tierra, pueblos sin techo, indígenas de muchas naciones, quilombolas (comunidades cimarronas), pueblos negros, extractivistas y muchos enlaces que apoyan y construyen la Teia a partir de la solidaridad. Nos encontramos en Utinga y montamos un gran campamento para hablar y escuchar, construyendo colectivamente y de manera autoorganizada. Se realizaron tequios para construir baños, cocinas, espacios comunitarios, composteras y muchas otras instalaciones. Hicimos un gran tianguis de los pueblos, hablamos y escuchamos en mesas, círculos de conversa, aprendimos en talleres, intercambiamos semillas criollas, cocinamos, cantamos y jugamos juntos. Nuestros niños jugaron en un espacio lúdico. Jugamos con ellos. No nos separamos de nuestros hijos y nietos.
Reuniendo pueblos y movimientos alrededor del tema “Tierra, territorio, aguas y ancestralidad”, tejer el buen vivir en nuestra sexta jornada fue victorioso. Perfeccionamos nuestra autogestión y avanzamos mucho en la autofinanciación de nuestras actividades, seguimos con autonomía ideológica y política, produciendo un análisis de coyuntura y reflexiones forjadas a partir de nuestra realidad. Nuestra fe y nuestra ancestralidad construyeron y siguen construyendo nuestras cosmovisiones, además de la defensa de nuestros derechos y nuestras tierras y territorios. No existimos como pueblos si no defendemos nuestras aguas, pues, como consideran nuestros anfitriones Payayá, “el río es otro en mí”.
Hoy pensamos que tejer el buen vivir es algo que sólo se hace con lucha, organización, resistencia, autonomía, soberanía. La ancestralidad ha sido nuestra gran consejera y nos ha enseñado que “ser fuerte es saber por qué estamos luchando”. Nos sentamos y conversamos. Es evidente que esta coyuntura nos llama a la unidad, pues nuestros muertos son mujeres, negros e indígenas. Existe una gran arquitectura de muerte; ellos lucran con nuestros cuerpos en proyectos de la agroindustria, con el encarcelamiento de negros e indígenas, con la militarización y la privatización del sistema de seguridad pública, militarizando y cerrando escuelas, con megaproyectos de desarrollo que saquean nuestros territorios y nos impiden existir. En otras palabras: tenemos un enemigo común. Nuestros antepasados hicieron alianzas en tantos otros contextos de guerra y nos dieron las condiciones para que estemos hoy aquí. La fuerza que emanamos en la Chapada Diamantina también emerge de la energía ancestral que transborda entre ríos, mesetas y bosques, pulsando en los trabajos de evocación de la planta sagrada jurema, de los encantados, caboclos, mikisis, orishas y voduns, reforzando la resistencia política de la lucha de los pueblos que, a través del ubuntu y del buen vivir enfrenta la colonización de las mentes, los cuerpos y los territorios.
Ya no tenemos esperanza en la conciliación con ese modelo de institucionalidad perverso, desmovilizador, y con los poderes constituidos que siempre han defendido los intereses de las clases dominantes. No tenemos esperanza en la democracia burguesa dominada por el capitalismo. Ellos nos siguen persiguiendo y odiando, ahora con una fuerte militarización de la política agraria y ambiental, que ha resultado en una mayor criminalización de los líderes. Son más de 500 años de asesinato espiritual, intelectual, cultural, moral y físico. Esto es lo que llamamos genocidio indígena y negro. Este gran proyecto económico del capital también es un proyecto neoextractivista predador centrado en el control estratégico de la tierra, el agua, los minerales y la biodiversidad. Los ríos mueren, las selvas se incendian, los mares se contaminan, todo eso a un ritmo cada vez más acelerado y descarado, sin vergüenza de esconder el odio contra nosotros. Por eso nuestros pueblos y movimientos defienden a la madre tierra, “la naturaleza de la que somos parte y que nos mantiene”. Estamos inspirados por quien nos ha enseñado que tenemos que construir un mundo donde quepan muchos mundos, por quienes gritaron hace ya algunos años: ¡Ya basta!
Fuimos grandes, pero lo podemos ser aún más. Aprendimos de nuestros errores y nuestras conquistas. Fortalecimos nuestra red de solidaridad, nos amparamos mutuamente, trazamos estrategias de autodefensa y resistencia. Sabemos, sin embargo, que hay desafíos urgentes y que nuestra articulación debe avanzar.
Nuestras prejornadas –eventos regionales de organización de la Teia– fueron importantes para dar un salto cualitativo de autogestión para este encuentro y de acciones conjuntas entre movimientos. Sin embargo, es esencial multiplicarlas y asegurarnos de que los núcleos de base y los enlaces de la red se articulen en las regiones a partir de las prejornadas. Esta tarea es relevante pues la Teia dos Povos no se propone ocupar el lugar de los movimientos sociales y las organizaciones. La Teia es una articulación. La Red de los Pueblos somos nosotros.
Afirmamos aquí el compromiso de fortalecer la participación de la juventud en nuestros espacios y para eso es esencial que los territorios formen y construyan actividades con el protagonismo de los jóvenes. Esta es una decisión. Seguimos insistiendo en la necesidad vital de enfrentar las violencias y toda suerte de subalternización de las mujeres. En nuestros territorios las mujeres ya ocupan un lugar central de sobrevivencia de nuestro pueblo. Van de la plantación a la organización de la familia y de la comunidad. Es esencial que esto se refleje en las estructuras organizativas y de toma de decisión –en la agroecología la tierra es femenina y el papel fundamental es de las mujeres–.
Siendo así, convocamos a todos los núcleos de base, a los enlaces de la Teia, a los solidarios y a los luchadores y luchadoras del pueblo a una gran acción en marzo de 2020 en la ciudad de Salvador. Allí el comando será de las mujeres negras e indígenas y por las mujeres y sus pueblos. Esa es nuestra próxima tarea y la cumpliremos.
2020 será el año de la gran alianza rumbo a la liberación de nuestros pueblos. Aquí enfrentaremos las continuas invasiones blancas y extranjeras. ¡Hasta la guerra! ¡Digamos al pueblo que avance!
Cabecera del Río Utinga, primavera del 519º año de la primera invasión.
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